bismilá
Andalucía, al encontrarse geográficamente en la puerta de Oriente con Occidente, se ha visto influenciada históricamente por sus dos formas de entender la vida. Al igual que todas las cosas, que se conforman tanto interior como exteriormente poseyendo una estructura y su cobertura, Andalucía, o mejor dicho, el genio andaluz (razón de ser de Andalucía) se compone por un interior (batin) y un exterior (zahir), y cada uno de estos aspectos se manifiestan en dos corrientes o formas de actuación que se pueden clasificar como: ‘oriental’ cuyo campo de actuación se centra en el sentimiento pasional ; y ‘occidental’, donde el pensamiento racional predomina. El genio andaluz, como dice Blas Infante, piensa y siente. Y ese es nuestro equilibrio. Aunque actualmente llevamos colgando del cuello el peso del yunque racionalista europeo.
Desde que Europa entró para aplastarnos el corazón, nuestro sentimiento se arrastra por el asfalto de la satánica industria euro-americana. Se produce así un desequilibrio que se refleja en la monotonía inerte [normalidad democrática y/o pacifismo cementérico] de la sociedad andaluza, que, ‘gracias’ a la maquinización hasta las mismas entrañas de nuestra esencia llevada a cabo por la industria ‘España S.L.’, se nos impone vivir inmersos en un transcurso de secuencias informatizadas, con las que nos cuadricula y ridiculiza, yendo contra la naturaleza misma de nuestra forma de ser.
Occidente desequilibra la balanza poniendo más peso en su lado. Nos condena a estar en una superficie, nos prohíbe adentrarnos en el sentimiento, y si nos lo permite es para convertirnos en su circo particular: payasos que entretienen a los ‘señoritos’, siempre acotando el contenido de las actuaciones para ajustarlas a su política.
Occidente y su vara de medir: el tiempo y el capital; la producción y la cantidad: he aquí la enfermedad.
Desde que nacemos somos clasificados, identificados con un número, nuestra infancia se desarrolla amarrados en las escuelas, el tiempo transcurre con frialdad, haciéndonos inconscientes, enajenándonos, drogándonos, enseñándonos a actuar como sumisos robots de cadenas de producción.
Consecuencia de la condena estudiantil es el ‘trabajo’: lugar donde el sistema cambia nuestro tiempo por capital. Nos arremete con su martillo y nos exprime, utilizando la sangre como engrasante de su máquina (auto)destructora, para al final ‘jubilarnos’, desechándonos y pagándonos el precio de la prostitución durante nuestras ‘vidas laborales’. Nos mata de aburrimiento y nos condena al suicidio. Nos asesina día a día con el transcurso asfixiante de las horas. Conviviendo con la amenaza de la muerte (recordada constantemente en los medios de alienación), nos obliga a vivir en una contrarreloj cuyo 0 está cada vez más próximo, haciéndonos creer que, paradójicamente, todavía somos jóvenes. Occidente nos reparte en porciones individuales, perfectamente envasadas y asépticas.
Descartes decía: ‘’pienso, luego existo’’… axioma europeo-racionalista. De esta forma, nuestra existencia se basa en el pensar. Nosotros mismos nos bastamos, nos inventamos nuestras propias bases mutagénicas y en ellas fundamentamos nuestros actos. Conjeturas, especulaciones inorgánicas, estériles, nos convierten en rancios intelectuales que viven presos de sus teorías, reclusos en sus burbujas como monjas encarceladas en asilos aberrantes. Separándonos de nuestro entorno y de nuestra gente, de nuestra naturaleza y existencia. Mientras el interior, escondío tras el maquillaje, se encuentra amordazado y atado en una esquina. Nos descubrimos desorientados, ennortaos, lanzando kehíos al aire y rebotando contra el faraónico muro español/europeo/americano/israelí/babilónico.
Alhamdulillah, la pasión aflora en cada rincón, como las plantas que a pesar del asfalto consiguen salir a la superficie para saludar al sol. Los aires flamencos nos agitan hasta encontrándonos enjaulados entre hierro y hormigón, electricidad y ferrocarriles.
Seamos conscientes de lo que somos. Cojamos las riendas de nuestro destino. Decidamos como pensar y sentir. Declarémonos profundamente anticartesianos y en contra de cualquier modelo de existencia impuesto.
Para ello, que mejor arma que la expresión sin que tenga que pasar por el filtro del Estado (experto en utilizar nuestras fuerzas para su provecho). La formación de comunidades, el estrechamiento en las relaciones, la organización. Por que solo así conseguiremos conocernos, sólo de esta forma no seremos reducidos tiempo y capital, producción y cantidad.
Fatima Azahara at Turdetaniyya
7 muharram 1432, Sevilla
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